Desde la época de Alexander Graham Bell no se prodigaba tanta atención a un teléfono. Sin embargo, la histeria que ha rodeado al teléfono puede ser toda una decepción pasado los primeros momentos de colas y ventas multimillonarias. Es un teléfono caro, que hace demasiadas cosas, que muy poca gente necesita realmente. Ayer salió a la venta en los EEUU. Cada tienda tenía una cola interminable formada en los días previos y que constituía todo un espectáculo en sí misma. Son más de seis meses de una espera que gracias a los medios y a una buena campaña de marketing ha creado una tensión óptima para este tipo de lanzamientos. En cada ciudad ha ocurrido de todo, desde gente que pretendía vender su lugar en la cola, a otros que confesaban que estaban allí para despues vender los teléfonos recién comprados por internet. Los menos eran auténticos compradores. Los portadores del equivalente en el mundo real de un billete dorado de Willy Wonka dicen que tendrían
dificultades para permitirse los 500-600 dólares (de 372 a 447 euros) que cuesta el iPhone y el compromiso de un servicio de dos años que se eleva a al menos otros 1.400 dólares (unos 1.040 euros). AT&T, la operadora con un contrato en exclusiva para suministrar el servicio en Estados Unidos para el iPhone, ha dicho que
sólo venderá uno por cliente en sus tiendas. Así que el negocio estaba servido. Mark Baik, de 31, un peluquero local y uno de los primeros en la cola de San Francisco decía: "Podría venderlo
en internet. Es como un cromo de béisbol de valor". También estaba Eric Eisher, de 23 años, que deambulaba por la cola con un monopatín, un MacBook y un teclado sintetizador de Casio. "Le estoy guardando
un sitio a mi jefe. Me paga por ello. Yo no me puedo permitir uno", declaró. Y a su alrededor actores callejeros amenizando el momento, gente repartiendo hojillas de publicidad y todo un circo hasta que por fin se abrieron las tiendas y los primeros compradores salieron con el preciado tesoro. Ahora veremos si el negocio será duradero o sólo un boom momentáneo.
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