
La cocina rumana es muy variada, elaborada con productos naturales y, con frecuencia, de manera lenta y minuciosa. Predominan los platos de carne, las verduras y las sopas. Un buen menú con vino difícilmente supera los 8 euros. No se debe dejar de probar la
mamagliga, una masa de maíz cocida, asada o frita. Se sirve como acompañamiento y, a veces, como plato principal, junto con una crema de queso. También destacan los
mitite, unas salchichas asadas y condimentadas con hierbas aromáticas, el
sarmale, carne picada envuelta en hojas de col, los
frigariu, una especie de pinchos morunos de carne, el
cascaval pane, queso de oveja empanado, y la
ciorba taraneasca, una sopa campesina de verduras. En una región de Transilvania es muy popular la
paprica, un guiso de carne y pollo con cebolla a la crema. Sobre los quesos, los rumanos tienen carácter propio. Los más conocidos son el
brinza, un queso blanco salado; el
kashkaval, que suele usarse para empanar o freir; el nasal, que a veces se hace con la leche de búfalo, y el
urda, queso fresco que suele untarse en pan y especiarse. Y para postre los
clatitet, deliciosos crepes de chocolate caliente, mermelada y vodka, y los
papanisi, rollos de nata o crema.
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